ANASTASIO ANTÓN

 

La nieve

Ha amanecido hoy el día,

de traje nupcial vestido,

de una blancura impoluta;

una blancura de armiño.

Es la nieve, que llegó

con sus galas y su frío.

Es bonito ver nevar;

causa admiración y hechizo.

Parece como, si arriba,

juguetones angelitos

agitaran un cedazo,

en las nubes suspendido,

salpicando al vasto campo

de inmaculados copitos,

esponjados, delicados;

pero inclementes y fríos.

Es bonito ver nevar:

contemplar los infinitos

copos blancos, que se agitan

en espeso remolino

y se esparcen en el campo,

hasta dejarlo vestido

de primera comunión,

como a candoroso niño.

Es muy bonita la nieve;

pero no tanto el frío,

que paraliza la vida

y al campo deja aterido.

En el hogar, junto al fuego,

bien cuidado y encendido,

la familia se refugia;

y el ganado, recluido,

pasa el día en el establo.

Es el invierno y el frío.

Es la hora de escuchar

bellos cuentos, referidos

por el padre o el abuelo,

que extasían a los niños.

Pero también es la hora

de la juerga y el bullicio,

provocado en las peleas

a bolazos de los chicos.

Es muy bonita la nieve;

pero no tanto el frío,

que deja yertos los campos,

al matorral aterido

y a los pájaros del bosque

sin comida y sin abrigo.

Sin clemente ...también tiene

un lado muy positivo:

ella generosa surte

a manantiales y ríos

de caudales abundosos

que brindar en el estío.

Ella nutre con su savia

al erial y al labrantío,

que luego florecerán

y darán fruto exquisito.

Por eso...sé bienvenida,

nieve, aunque nos traigas frío.

 

Anastasio Antón

 

 

A la torre

 

Pétreo pedestal,

que emerges, asentado firme al suelo,

inhiesto, vertical,

como iniciando el vuelo

hacia las cimas místicas del cielo,

permite que te mire

con acendrado amor y con ternura;

tu trayectoria admire

y cante con dulzura

tu larga y venturosa singladura.

Quisiera descorrer

de miles de milenios las cortinas

y poder conocer,

sin brumas ni neblinas,

tu largo discurrir aquí en Hacinas.

Más inútil empeño

es, sin duda, inquirir en tu pasado,

atalaya roqueño,

de este rincón amado,

a tu cobijo y sombra recostado.

Pero un día en la historia

entraste de este pueblo milenario,

para grata memoria,

cambiando en campanario

y en fiel testigo del vivir diario.

Y, así, fieles y ufanas,

repicaron allí desde la altura,

tus sonoras campanas,

riendo de ventura

o sollozando, a veces, de , amargura.

 

Cerca , allí , un adversario surgió

y quedaste silencioso, humilde campanario,

desolado y ocioso, como peón,

ya viejo y achacoso.

Mas la amiga cigüeña

quiso tomar tu cima por morada

y anidar en tu peña,

casi ya consagrada;

La Torre. Así de todos nominada.

Peñón dichoso, has sido

de la imagen sagrada del Señor

escabel elegido

y trono del amor

que a raudales derrama en derredor.

Permite que mi boca

cante y proclame tus loores,

Oh, pedestal de roca,

imán de mis amores

y faro de divinos resplandores.

 

  

Anastasio Antón